en la iglesia y no se lo pudieron creer; pero les expliqué que era el organista y que tenía la llave de la iglesia y que podríamos grabar algunas piezas por la noche a puerta cerrada. ¡Cómo se entusiasmaron los chicos! Quedé con ellos al día siguiente a las 10 de la noche en la plaza de la iglesia. Ya tenía el equipo de grabación preparado y al poco tiempo de encerrarnos en la iglesia comenzaron a tocar y cantar. Estaba algo preocupado por si alguien de fuera, escuchando música boliviana en la iglesia, avisase al cura, pero afortunadamente todo pasó tal como lo había planeado. La calidad de las piezas grabadas en esa gran acústica del templo es una auténtica joya musical digna de escuchar varias veces. |